La imagen de Rodrigo Rato, el padre del milagro económico español, esposado y detenido, es todo un símbolo de estos tiempos.


A años del escándalo del caso Noos, el juicio por corrupción y tráfico de influencias –en el que han sido imputados el mismísimo yerno del rey Juan Carlos de Borbón y su hija, la infanta Cristina, que dañó seriamente la imagen pública de la familia real y contribuyó para la inesperada abdicación del monarca en favor de su hijo Felipe– un nuevo caso de corrupción salpica a la derecha española. Esta vez fue la detención de Rodrigo Rato, ex vicejefe de Gobierno de la administración del Partido Popular de Jose Luis Aznar, y ex director gerente desde 2004 a junio de 2007 del Fondo Monetario Internacional.

Apenas estalló el escándalo por un millonario fraude fiscal, el actual jefe de Gobierno de la derecha española Mariano Rajoy declaró: "El caso afecta especialmente al Partido Popular ya que Rodrigo Rato era un activo importante." Este nuevo hecho ha desencadenado una nueva crisis de gobierno en el Estado español, a menos de un mes de las elecciones municipales y autonómicas. Las encuestas de hace tan solo una semana daban un cuádruple empate técnico  donde dos agrupaciones emergentes de la crisis del bipartidísmo, Podemos y Ciudadanos, se quedaban con un significativo caudal de votos de los dos partidos históricamente mayoritarios, el PSOE y el PP.


Junto a las políticas de austeridad aplicadas por el partido de gobierno, que han hundido en años de recesión a la península ibérica, la corrupción es otro de los ejes que corroe el modelo de gobernanza nacido en la constitución monárquica de diciembre de 1978. Desde la trama Gurtel, en la que se juzgara a 43 personas ligadas al partido gobernante, o el caso Noos, con el procesamiento de otras 17 personas, (entre las que se encuentran la infanta Cristina y su marido Iñaki Urdagarin, o las denuncias sobre el histórico líder de la Generalitat Jordi Pujol, en el que están imputados su esposa y sus seis hijos), la pérdida de legitimidad tanto del PP como el Partido Socialista puede incrementarse.

Por su parte, Rodrigo Rato luego de su detención  salió a desmentir las acusaciones del fisco, que le endilga una evasión cercana a los 3 millones de euros y un patrimonio superior a los 26 millones no declarados en su totalidad. Lo cierto es que la imagen del ex director del Fondo Monetario Internacional estaba seriamente afectada. Con anterioridad a estos hechos, en el mes de febrero, el juez Fernando Andreu fijó una fianza de 800 millones de euros a Bankia y a los cinco principales ex directivos de la entidad entre ellos Rodrigo Rato, que aprobaron los activos contables antes de su salida a Bolsa.


Un informe del Banco de España señalaba que la situación financiera de Bankia era mucho peor que la reflejada en los estados contables a los que dieron el visto bueno Rodrigo Rato y su equipo, considerando el juez que instruye el caso que ese hecho puede constituir un delito de falsedad contable. El 17 de marzo pasado, Bankia y su matriz BFA, depositaron en la Audiencia Nacional la fianza de 800 millones que impuso el juez, por el posible maquillaje de las cuentas de la entidad en su salida a Bolsa. El 18 de marzo el actual presidente de Bankia, envió un requerimiento notarial a Rodrigo Rato, en el que se le exigían 133 millones de euros, la sexta parte de esos 800 millones. Requerimiento al que Rodrigo Rato fue el único de los  ex  directivos que no contestó. Fuentes jurídicas españolas creen que el impago de la fianza fue lo que precipitó la operación.

Mientras tanto, desde el viernes pasado, la agencia tributaria española ha bloqueado todas sus cuentas y profundiza la investigación sobre 27 de las 40 empresas que pertenecen al grupo empresario del ex Presidente del Fondo Monetario Internacional, analizando también los movimientos bancarios y las transferencias de Rodrigo Rato, principalmente con Londres, y sus inversiones en las cuentas de Gibraltar y la industria hotelera de Berlín.


La imagen del padre del milagro económico español, ayudado al ascender al coche, con una mano al cuello de un agente del servicio aduanero, es un símbolo paradojal. Para aquel funcionario de alto rango del Fondo Monetario Internacional, tan acostumbrado entre el año 2004 a 2007, a tener la mano en el cuello de los países emergentes, a los que se les exigia a rajatabla la implementación de los planes de ajuste sin fin decretados por los organismos internacionales de crédito.


Por: Jorge Muracciole - infonews.com
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